Emboscados (1994)
Madre, minha mãe, mamma
El alma del emboscado busca al dueño de su saber como el ciervo anciano busca la presencia del agua que le devolverá la vida. El alma del emboscado es un litoral azotado por la galerna, una sedienta belleza desnuda orientada hacia el panal de las nubes. Espera la mirada de esa lluvia el emboscado, y es la misma que llora Dios la que lo protege. Aprende del agua que esparce cada mañana su escuela con la mano, observa las semillas que abandonan su albergue, los búhos de Orfeo junto a las hogueras masculinas y los brebajes de la noche. Le habla el cielo, la mujer le susurra su vivienda ardiente, la fuga, la nave, esa historia de las olas sobre la espalda del recuerdo. Cae la gota primera del olvido sobre la memoria de las horas arrastradas por el viento, y lo mismo que suplica dentro de su anillo el árbol suplica en su cerco de amor el emboscado. Aguas prometidas, agua primordial en que la felicidad fue fértil, pero aguas también de la amargura, agua sin corona de laurel del que sabe que no regresará a la casa del padre, agua de los nómadas y los desterrados que cruzaron a la oscuridad sobre los puentes fraternos. Agua del adiós, bienvenidas aguas del sepulcro sobre la que habrá de dejar el emboscado una rosa de sal en la mañana.