Hasta otro día Chicho (2005)
El mundo que yo no viva
Este disco es el fruto de mi amistad con Chicho, y a él está dedicado, al cantor con más gracia y talento que he conocido. Algunas de sus canciones se hicieron muy populares en los años sesenta y la gente las cantaba pensando que eran “anónimas”, ese estado de gracia de una fama superior. No puede aspirar un autor a mayor gloria. Él sólo llegó a publicar un LP, en 1978: “A contratiempo”.
Las canciones interpretadas en este disco representan una pequeña parte de su amplio repertorio. La mayoría tienen música y letra suya; otras las compuso sobre poemas de Agustín García Calvo; a “La vecina” le puse yo música hace años; también hay cuatro tradicionales, que él me enseñó, adaptadas a mi manera. De una forma o de otra, todas son de Chicho Sánchez Ferlosio. Forman la huella sonora que ha dejado en mi vida y en la de tantos amigos: su memoria.
Chicho ha sido una de las personas más inteligentes y bondadosas que he conocido. Se interesaba por todo, sabía de casi todo, Así se lo le dije un día. “Qué va, qué va, lo que pasa es que donde los demás tienen lagunas yo tengo islotes”…, me contestó. Era elegante en su desaliño, educado y generoso, dulcemente ácrata y benevolente; benevolente en el sentido de querer encontrar el bien, la bondad y el placer. “La diferencia entre un cigarro y un porro es que el primero te quita la ansiedad, y el segundo te da placer. La misma diferencia que hay entre un analgésico y un masaje.”
Me llamaba la atención su mirada reflexiva, siempre lúcida, que te hacía ver las cosas desde una perspectiva distinta. Pero, por muy crítico que fuera, nunca manaba de él rencor ni amargura. Serio y sonriente. Respetuoso con todo el mundo: “Las ideas son para las personas, y no al revés. Hay que respetar más a las personas que a las ideas, porque las personas sufren y las ideas no”.
Fue Agustín García Calvo quien me habló de él por primera vez. En Paris, allá por el año 70. Empezaba yo a rondar musicalmente su poesía y entonces Agustín me pasó una cinta de magnetofón con algunas canciones de Chicho, “poniendo mis delirios en solfa”, para que tomara buena nota, supongo. Unos años más tarde, le conocí personalmente en casa de Carmen Martín Gaite, la Calila de “Caravel de Caraveles”. Recuerdo que aquella tarde nos quedamos los tres cantando hasta las tantas. Algunas de sus canciones ya las conocía de oírselas a Carmiña: Por el camino viene, Si las cosas no fueran, Hoy no me levanto yo.
Fue en febrero de 1978 cuando nos juntamos por primera vez en un escenario Chicho, Agustín y yo, en el Colegio Universitario de Zamora. De ese día precisamente es la foto que nos hizo Pablo Sorozábal, momentos antes de comenzar el recital. Unos años después, en 1982, José Luis Gómez, que dirigía el Teatro Español, nos invitó a dar allí varios recitales.
En estos últimos años, cuando empezó a estar peor de salud nos veíamos con más frecuencia, unas veces en su casa, otras en el hospital. Pasaba temporadas en La Paz y allí acudía a verle. En su compañía siempre aprendías cosas, su conversación era gratificante. No te aburrías nunca con él. “He observado que hay cinco tipos de enfermeras: las maternales, que tratan al enfermo como a un hijo; las parentales, que lo tratan como a un familiar; las muñecas, que te tratan como si fueras un muñeco; las profesionales, que tratan a los enfermos a como a seres humanos; y las enfermeras budú, que te tratan como a un muñeco, pero para mal! Las mejores, desde luego, las profesionales.”
“Esto de la convivencia es una sinvivencia”… Y te contaba cómo es la pícara vida del cuco, libre de responsabilidades familiares, la suerte que tiene de no tener que soportar ni ejercer autoridad alguna, pues no conoce a sus padres ni a sus hijos… Y te hablaba de otros animales sinvergüenzas que hay en la naturaleza, como la oruga cerdo, o el pulpo mimético… Ya lo he dicho, imposible aburrirse con él.
En cierta ocasión le tienen que hacer unas pruebas bastante dolorosas. El médico así se lo advierte. Bueno, adelante. Al concluir, el médico le dice “se ha portado usted muy bien, sí señor”. – Bueno, es que soy un profesional…, contesta Chicho. – “Ah, ¿es usted médico?”. – No, no, yo soy enfermo, un enfermo profesional.
“El único ritmo que siente nuestro cuerpo es el de los días. El de los años es un ciclo que sigue el sol, pero no nuestro cuerpo”. Y te lo explica. Otra vez, al despedirnos, me dijo “Ah, te hará gracia esta cuarteta que se me ha ocurrido”:
Porque en mi cabeza
manda el corazón
a veces me callo
teniendo razón.
Así era Chicho. Cráneo privilegiado. Genio y figura.
“Ni mejor ni peor”, diría él.