SONETOS DEL AMOR OSCURO

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Soneto Gongorino

Esta luz, este fuego que devora. Este paisaje gris que me rodea. Este dolor por una sola idea. Esta angustia de cielo, mundo y hora. Primer soneto del amor oscuro, que es más bien soneto de desamor. El amor es amarga ciencia. La música y la voz de Amancio Prada, vueltas sobre sí mismas, triste/leonesas, verde/galaicas, expresan bien, de vivo grito, lo que el poeta póstumo expresó/exhumó en silencio. Sólo Amancio Prada podía cantar el Federico tardío del Amor oscuro. Sólo Amancio Prada, porque es un cantor de postrimerías, un cantor de los “tiempos míseros” del corazón, de los tiempos ya sin apenas tiempo para vivir ni para morir.

Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua… El poeta tiene miedo, su amor tiene ojos de estatua (ojos distantes, no ojos). El poeta, en todos estos sonetos, se muestra siervo sentimental, tronco sin ramas, gusano de sufrimiento, cruz y dolor mojado, perro de tu señorío. El último libro de Lorca, grandioso, es el libro de la sumisión a un deseo. Lorca era –contra su leyenda de alegría- un sufridor profesional, digamos.

La voz de Amancio Prada, castigada de siglos, lírica de humildad, da bien la medida de esa sumisión. Es como un joven doctrino laico cantando a un dios pagano y a un sentimiento inconfesable. Amancio Prada pone un dolor legendario en el concretísimo/actualísimo dolor de Lorca, y en este sentido lo dimensiona, lo engrandece. …que si vivo sin mí, quiero perderte. Aquí, el Lorca místico suena a una Santa Teresa enamorada. La complicidad de sexo y misticismo, siempre. ¿San Juan? Amancio Prada tiene una voz sujeta a una pasión. Amancio Prada tiene una voz sujeta a un sentimiento. Amancio Prada tiene una voz sujeta a un dolor. Una voz que expresa todo el tardolorquismo. No sabe uno muy bien si hay que decir la poesía lírica, pero, en todo caso, hay que decirla así, como Amancio Prada, un doliente profesional, un fino profesional del dolor que ha encontrado para estos versos la música y el acento más transparentes, más inexistentes. Es como si Lorca y Prada hubiesen llegado, por caminos bien distintos, caminos de la sangre, a un mismo sentimiento, a un mismo pensamiento del sentir amoroso.

Más que a un recital, asistimos a una conjunción milagrosa de sensibilidades. Lorca, aquí, ya no hace el soneto gongorino, ni el soneto lopesco, sino que desgarra la fórmula tradicional, llenando de cadáveres líricos el interior de la preceptiva. Todo el libro de Lorca es un lamento y una distancia. Todo el recital de Prada es un acercamiento y una asonancia. El amor de Lorca, por no correspondido o correspondido frívolamente, se sublima en amor oscuro. La música y la voz de Amancio Prada, lluviosas nos dan el clima exacto de estas penas de amor perdidas. Y de otras.

Francisco Umbral (1986)
(“Sonetos del amor oscuro”, 1986)